Iñaki Makazaga | Cuzco, Perú I 15 SEP 2018 - 07:35 CEST   

La población quechua recupera la autoestima.

La mejora en la calidad de vida devuelve la autoestima a la población indígena de Cuzco tras años de marginación y racismo

Erreportaia

“La pobreza no sólo se supera repartiendo leche. Al reforzar la identidad cultural de un pueblo, también se le ayuda a crecer”. Así de contundente se expresa el concejal de Desarrollo Humano de la Municipalidad de San Jerónimo de la región de Cuzco en Perú, Miguel Ángel Cáceres. Y así se lo repite a los diferentes concejales de su ayuntamiento y de toda la región donde más de la mitad de la población es de origen andino y vive en alguna de las aldeas que salpican las montañas de más de 4.200 metros que les rodean. 

En la última década, la población andina ha pasado a avergonzarse por hablar quechua a reclamar con orgullo que se les atienda en su lengua. En este proceso, la cooperación al desarrollo ha jugado un papel crucial al mejorar la calidad de vida de sus aldeas y poner en marcha diferentes iniciativas de emprendizaje social. “La lucha contra la desnutrición y la pobreza sigue siendo una prioridad pero todo lo invertido en cultura ayuda a evitar la exclusión étnica”, continúa Cáceres.

La ONG vasca Solidaridad Internacional – Nazioarteko Elkartasuna con apoyo de la Agencia Vasca de Cooperación y los Ayuntamientos de Ordizia e Irún ha impulsado desde el año 2000 la mejora de las viviendas, el acceso a agua y la gobernabilidad de los ayuntamientos andinos de esta región. “El resultado de los proyectos pasa ahora por el renacer de un sentimiento andino que devuelve el orgullo de hablar quechua, haber nacido en esas comunidades y ser parte del cambio”, explica Lucio Quiñones, coordinador en el país de los proyectos de ONGD vasca y director de la ONG local Guamán Poma de Ayala con más de 37 años de historia. 

“El resultado de los proyectos pasa ahora por el renacer de un sentimiento andino que devuelve el orgullo de hablar quechua, haber nacido en esas comunidades y ser parte del cambio”

Del desprecio al orgullo

“Cuanto más me insultan en la ciudad más me enorgullezco de ser chola y haber nacido a 4.200 metros de altitud”, asegura Nancy Arias Peña junto a su nueva casa en la comunidad andina de Checopuka. “En cuanto termine de estudiar Turismo, aquí regresaré por temporadas largas para estar con los míos y disfrutar de la vida tranquila”, sostiene a sus 22 años y sorprendida de cómo la placa solar instalada en los nuevos baños caliente el agua de la ducha. Sus padres también muestran el orgullo de recibir todos los domingos al resto de hijos para ducharse con  un agua que en la ciudad de Cuzco no pueden disfrutar a esa temperatura. 

Junto a la mejora de la casa, también disfrutan de un huerto familiar con el que se aseguran la alimentación equilibrada durante todo el año y ya trabajan para la creación de un invernadero. “En cuanto crecieron mis hijos tuve que mandarlos a la ciudad para que estudiaran en el colegio y para evitar la desnutrición infantil que golpeaba al 100% de la aldea”, señala el padre de Nancy, Luis Arias Chagmana. Y sorprendido ahora ve cómo sus seis hijos pelean por regresar a la aldea convencidos de que en ella vivirán mejor que en la ciudad y con ganas de emprender proyectos sociales para la comunidad. 

La mejora de la calidad de vida, motor de orgullo

A la misma edad que Nancy, los 22 años, su madre ya estaba casada y criaba a cuatro de sus ocho hijos. “Mi matrimonio no fue por elección propia. Nuestros padres se pusieron de acuerdo y aquí me trajeron”, asegura Natividad Peña. “Ahora lo tengo claro, le repito a mi hija que se case cuándo quiera y que antes haga el favor de terminar los estudios”.

Y con ganas espera su hija ese momento no tanto para casarse como para regresar a la aldea. “En cuanto llegué a la ciudad comenzaron los insultos: serrana, chola... Se piensan que por hablar quechua somos analfabetos y nos miran mal por la calle y en el transporte público”, explica de una marginación que lejos de hacerle mella en la autoestima le refuerza las ganas de volver. 

Ese mismo orgullo es el que trabaja de forma experimental la ONG vasca con la municipalidad de San Jerónimo con una población de más de 35.000 habitantes y la gran mayoría dispersada en aldeas rurales por encima de los 4.000 metros de altitud. El año pasado apoyaran a la creación del Día del Quechua y este año ya han puesto en marcha toda una semana dedicada a la interculturalidad en quechua. “Hemos acogido concurso de poesía en quechua, exhibición de bandas de música tradicionales y hasta hemos lucido todos los trajes típicos durante un día en el Ayuntamiento”, señala el concejal de Cultura orgulloso de la repercusión.  

“Nos encanta cómo se trabaja el euskera en Euskadi, aquí debemos ir incorporando nuestra lengua a la vida institucional y no permitir que ningún andino pueda sufrir rechazo por no saber castellano”, continúa Cáceres consciente de que el verdadero progreso tan sólo llegará a estos valles cuando se atienda a las necesidades integrales de todos los habitantes. 

Mientras tanto, desde la ciudad de Cuzco cada vez son más los que miran a sus aldeas de origen con ganas de regresar y ser parte de nuevo de este cambio. “Cuanto más me insultan más orgullosa me siento de mi origen andino”, concluye Nancy Arias junto a su nueva casa, nuevo huerto y misma aldea.  


Técnicas incas para “sembrar lluvia”

 La ONG vasca Solidaridad Internacional – Nazioarteko Elkartasuna siembra agua en los valles andinos de Cuzco, Perú, recuperando técnicas incas para luchar contra la sequía. A través de la colocación de zanjas en las laderas de las montañas de más de 4.000 metros aprovechan el agua de lluvia para enriquecer los suelos y fortalecer los manantiales. A la vez, recuperan los “qochas” o embalses de agua para mantener húmedas las montañas y canalizan el agua hasta las aldeas para potenciar nuevas técnicas de regadío en los campos.

“En tres años hemos triplicado la producción de las cosechas. Antes tan sólo podíamos esperar a la cosecha de la época de lluvia. Ahora tenemos tres al año y esperemos pronto recuperar nuevas zonas para el cultivo”, asegura el líder comunal Eloy Apaza, miembro de la Comisión de Regadío de la aldea de Totora. En tres años han visto los resultados pero diez años han invertido la cooperación vasca para formarles hasta conseguir que incorporen a sus hábitos de trabajo en el campo la racionalización de los recursos y la autogestión del consumo. “Estamos organizados en comisiones para gestionar los gastos y el mantenimiento de todas las tuberías”, explica orgulloso Apaza.


"Todavía nos da pánico a las mujeres hablar en público"


La lucha por los derechos de las mujeres indígenas en la región de Cuzco la lidera una asociación de 80 mujeres que en su arranque fueron más de 200. En 1994 arrancó la Central de Mujeres de San Jerónimo, Cemusaje, para atender de forma asistencial a las mujeres de origen andino que vagaban por las ciudades. “Comenzamos atendiendo sus necesidades más básicas y la de los hijos a su cargo”, explica Soledad Boniga, fundadora y miembro del comité directivo actual. 

“La mejor manera de apoyar a las mujeres es apoyándoles para que generen ingresos propios”


De aquella primera iniciativa han pasado más de 22 años y ahora el apoyo a las mujeres indígenas pasa por garantizar su independencia económica. “La mejor manera de apoyar a las mujeres es apoyándoles para que generen ingresos propios”. Por eso, con la ayuda de la cooperación vasca iniciaron diferentes talleres de confección, chocolatería y repostería para impulsar el emprendizaje. “Todavía hoy nos llegan mujeres que no se atreven a hablar. Y es que todavía hoy les da vergüenza y más a hacerlo en quechua”. 

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