Aminata Diallo, un referente para las mujeres guineanas.

Amanita Diallo se convirtió en 2018 en la primera mujer guineana en doctorarse en Derecho Islámico. "Para reclamar nuestros derechos, primero debemos conocerlos", afirma la activista guineana. "Nos han hecho creer que la función reservada a las mujeres está determinada por la religión, cuando realmente la hemos heredado a través de la cultura y la tradición". Luchar por los derechos de las mujeres de Guinea e incidir positivamente en las nuevas generaciones son su principal objetivo.

Erreportaia

Ser la primera persona del mundo en conseguir algo, sea lo que fuere, implica grandes dosis de talento y una determinación a prueba de balas, ya que la conquista de una nueva parcela hasta ese momento inalcanzable supone, en la mayoría de los casos, haber tenido que nadar contra corriente, haber cuestionado lo establecido, haber desafiado, en definitiva, el sistema de pensamiento hegemónico. 

Pero, si además eres mujer, esas cualidades de valor y tenacidad habrá que multiplicarlas al menos por dos, en el mejor de los casos. Marie Curie, por ejemplo, fue la primera mujer en ganar un Premio Nobel y la primera persona en ganar dos, además de ser la primera profesora de la Universidad de París. Enfermaba constantemente por su exposición a los materiales radiactivos que manejaba en sus experimentos y fue discriminada por la comunidad científica que en su inmensa mayoría estaba conformada por hombres. Pese a ello, nunca se rindió. En 1932 Amelia Earthart se convirtió en la primera mujer en cruzar el océano Atlántico volando en solitario, desafiando a quienes opinaban, hombres en su mayoría, que no lo lograría por el mero hecho de ser mujer. En 2018 Aminata Diallo se convertía en la primera mujer de la república de Guinea en doctorarse en Estudios Islámicos. Teniendo en cuanta que el 77 por cien de la población femenina de ese país es analfabeta (la masculina lo es en un 62 por ciento); y, que según datos de la CIA factbook de 2015, tan solo el 6 por cien cursa estudios superiores (el 14 por cien de los hombres), la magnitud de la proeza de Aminata bien podría compararse a la de otras mujeres extraordinarias cuyas luchas han cambiado el curso de la historia.

Aminata Diallo. Foto: Mikel Aristregi.

“No ha sido fácil. He tenido que enfrentarme a muchas personas para poder estudiar. Por suerte, siempre he tenido el apoyo de mi familia, tanto económico como moral, especialmente de mi padre y mi hermano”, nos cuenta Aminata, que ha acudido a Bilbao para participar en el Seminario Internacional sobre los Derechos Humanos de las Mujeres en África, organizado por Nazioarteko Elkartasuna – Solidaridad Internacional. Nacida en el seno de una familia de 19 hermanos y hermanas, como la mayoría de mujeres de su país, se casó joven y fue madre a temprana edad. Pese a ello, con 20 años acabó graduándose con el mejor expediente académico de su región y el cuarto de la república de Guinea.

CULTURA VS RELIGIÓN

“Cuando eres una niña y preguntas el por qué de las cosas, la respuesta a todo siempre está en la religión. Te dicen que las cosas son así porque lo dice el Corán. Como la mayoría no saben leer y además es lo que tu padre y tu madre te han enseñado desde pequeña, las mujeres acabamos asumiendo como verdades incuestionables y absolutas las normas dictadas por los líderes religiosos; pero en realidad, estas normas no están en el islam, sino que son interpretaciones manipuladas y perversas impuestas a lo largo del tiempo con el único objetivo de castigar a la mujer y perpetuar su poder. Por lo tanto, son prácticas y conductas basadas en la cultura, no en la religión como nos han hecho creer”, comenta Aminata.

Foto: Haaly Pular.

Un claro ejemplo de ello es la práctica de la mutilación genital. Pese a estar ilegalizada desde el año 2.000, está fuertemente arraigada en todas las regiones de Guinea, independientemente del nivel de desarrollo socio-económico de las familias y de la etnia a la que pertenezcan. Según un informe de las Naciones Unidas, el 97 por ciento de las mujeres entre 15 y 49 años han sufrido algún tipo de mutilación. Resulta chocante que una práctica ilegal afecte prácticamente a la totalidad de la población femenina: “Cuando somos niñas, nos enseñan que la mutilación femenina está en el islam, y que es la religión la que obliga a los hombres a practicar la ablación”, comenta Aminata.

“Cuando estaba estudiando en la universidad de Rabat, mis compañeras marroquíes, musulmanas como yo, me decían que ellas no habían sido mutiladas. ¿Cómo era posible que no lo estuvieran si lo decía el Corán? Mientras ellas defendían que la mutilación no era parte del islam, yo insistía en que sí lo era, incapaz de asumir el significado de aquel descubrimiento”.

Tras licenciarse en derecho islámico y con dos másteres, en 2012 Aminata regresa a Guinea y animada por su familia, decide profundizar en sus estudios hasta convertirse en 2018 en la primera mujer de Guinea en doctorarse en estudios islámicos. “La única manera de que no nos manipulen es acceder a las fuentes, acceder al conocimiento, conocer nuestros derechos para poder exigirlos”, nos dice Aminata. “Es imprescindible que las niñas vayan a la escuela, que aprendan a leer y a escribir para poder cuestionar y discernir entre cultura y religión”. Desgraciadamente, en Guinea, uno de los países más empobrecidos del mundo, los valores tradicionales y el sistema patriarcal están tan fuertemente arraigados que las mujeres, en la práctica, carecen de cualquier derecho fundamental, convirtiéndose desde muy temprana edad en meras mercancías comerciales cuyo valor es medido exclusivamente por el aporte económico que reporten a la familia; primero a la suya propia y después a la de su marido.

Foto: Haaly Pular.

EL PAPEL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD GUINEANA

Según datos de Human Rights Watch de 2007, el 85 por ciento de las trabajadoras domésticas del país son menores de edad, con 1,2 millones de niñas ocupadas en estas labores que realizan en condiciones de semiesclavitud. Las niñas que acaban trabajando en el servicio doméstico llegan a esa situación por distintos cauces. En Guinea está muy extendida una institución denominada confiage, según la cual los niños y niñas son enviados a vivir a casa de sus familiares, o incluso desconocidos, para que les eduquen y los alimenten. La poligamia y la falta de planificación familiar hacen que las familias tengan más hijos de los que pueden alimentar, por lo que, mediante este sistema, ven aliviada sus cargas familiares.

“Mi tía me pegaba constantemente, con zapatos o cualquier otra cosa, aunque no hubiera hecho nada. No tenía derecho a desayunar. En cambio, tenía que preparar los sándwiches de los niños para la escuela. Tenía mucha hambre. Un día había un hombre en casa. Me ofreció sexo a cambio de comida. Al principio me negué, pero tenía tanta hambre que al final le dije que sí. Ese día comí bien. También me dio 500 o 1000 francos [5 o 10 céntimos de euro]”.

Es el testimonio de Habiba C., de 14 años.

“La señora todavía va al mercado semanal cerca de Pamelap. Cuando se va, su marido me despierta y me viola. Me amenaza con un cuchillo y me dice que no debo contárselo a nadie. Lo hace cada vez que su mujer no está. Si se lo contara a la madame me echaría de casa y no sabría donde vivir”,

Es el testimonio de Briggite M., de 15 años. Ambos testimonios están recogidos por Human RightsWatch.

Foto: Haaly Pular.

MATRIMONIO INFANTIL Y FORZADO

Guinea, por otro lado, tiene una de las tasas de matrimonio infantil más elevadas del mundo. De media, 3 de cada 5 niñas se casan antes de los 18 años según el Centro Internacional de Investigación de la Mujer (ICRW son sus siglas en inglés), muchas de ellas no llegando a superar los 15 años. “Simplemente, una familia cede su hija a otra y conciertan un matrimonio entre ellas, siempre para casarlas con un hombre mucho mayor que ellas”, señala Aminata.

Nos hemos encontrado con niñas forzadas a casarse y tras una o 2 semanas de matrimonio, se acaban suicidando. Eso no sale en los medios de comunicación. Otras matan a su marido con un cuchillo. Hay que sensibilizar a los padres para que no entreguen a sus hijas a un matrimonio precoz o forzado porque las consecuencias son muy graves”, concluye la activista guineana.

Desde la organización que Aminata ha creado se brinda apoyo moral y económico a aquellas niñas y mujeres que deciden seguir estudiando.

Hay que animar a las mujeres a que estudien, a que profundicen sobre el estudio del islam, para que no sean los hombres los que vengan a explicarnos cuales son nuestros derechos. Si no los aprendemos, solo sabremos cuales son nuestros deberes, pero no nuestros derechos. Por eso hay que apoyarlas económicamente y moralmente. Esto va a requerir tiempo, la solución no es inmediata, pero llegará el día en que esto suceda”.