Agricultura y silvicultura
Una de las consecuencias más evidentes de la actividad minera en la agricultura ha sido la drástica reducción del número de huertas disponibles. Esto ha provocado un cambio profundo en la dinámica de trabajo: muchas mujeres, antes responsables de sus propios cultivos, han perdido ese espacio de producción y autonomía.
Actualmente, son los hombres quienes controlan la mayoría de las parcelas, mientras que las mujeres han quedado relegadas al ámbito doméstico. Como expresó una habitante: “Antes, cada uno tenía su propio campo, hombres y mujeres. Ahora, solo los hombres cultivan y nosotras nos quedamos en casa”.
La silvicultura también se ha visto comprometida, una actividad fundamental en la vida cotidiana de las mujeres, se ha visto gravemente afectada por la escasez de biomasa en el nuevo asentamiento. Las mujeres expresan su agotamiento y frustración ante la dificultad de encontrar leña para cocinar, a pesar de que se les había prometido su disponibilidad: “Estamos muy cansadas porque no tenemos leña para cocinar”.
La falta de recursos las ha llevado a usar materiales como bidones de plástico o tuberías como combustible, una práctica que, aunque insalubre, se ha vuelto común por necesidad. “Antes teníamos mucha y buena leña, aquí nos agotamos buscándola”. La empresa, por su parte, niega esta situación, afirmando que la información no se ajusta a la realidad.