Mujeres
de Senegal

Otra Piedra
en el Camino

91.224 640.1 1.33 40 +4 +3 +2 +1 Zr Zirconio [Kr] 4d² 5s²

Voces
de las mujeres

Población en riesgo
Diokoul

Aunque no han sido desplazadas, las mujeres de Taïba Mar y Lompoul Village ya sienten el peso de la minería. Han perdido sus tierras y, con ellas, sus huertas. El agua salada y las semillas caras hacen que cultivar apenas sea rentable. Ya no recolectan leña: dependen del carbón, que cuesta más de lo que ganan. En época seca caminan hasta 20 km para conseguir agua, cargando baldes pesados. La carga física y emocional es enorme.

Las jóvenes migran o se resignan. “Antes cocinábamos con leña. Ahora todo es más caro. Todo es más difícil.” Las mujeres reclaman soluciones antes de ser expulsadas: acceso a agua, apoyo para sus huertas, formación, semillas, mercados y escuelas para sus hijas. “Queremos seguir viviendo aquí, pero con dignidad.”

Población desplazada
Diogo

En Foot, las mujeres fueron reubicadas lejos de sus campos y su red comunitaria. Ya no tienen huertas ni ganado. La empresa prometió herramientas, leña, paneles solares y empleo. Nada llegó. “Cuando vivíamos allí, cada mujer tenía su campo. Aquí, no hacemos nada.” Ahora dependen de los hombres, del carbón y del agua turbia que sale de los grifos. La escuela no tiene profesoras, y el centro de salud carece de matronas.

El sentimiento de abandono es generalizado. “Nos prometieron mucho y no cumplieron.” Las mujeres han sido doblemente desplazadas: de su territorio y de sus funciones como productoras, cuidadoras y sostén de la comunidad. “Vivíamos en paz en nuestro pueblo. Aquí estamos cansadas. Hartas.”

Población preservada
Yody

En Yody, la vida aún gira en torno al trabajo colectivo y el cuidado del entorno. Las mujeres gestionan sus huertas, crían cabras, producen yogur, se organizan en sistemas de ahorro y cuidan el pozo común. “Cada una tiene su campo. Nos organizamos, nos ayudamos.” Las jóvenes sienten un fuerte vínculo con el paisaje. “Las dunas son nuestro lugar para hablar, reír, descansar.”

Perciben los cambios en el clima: el mar avanza y daña los frutales. Pero no la mina, aún no. “Solo han pasado por aquí a mirar.” Piden caminos, una escuela, y que no se les arrebate la vida que han construido. “Queremos seguir aquí, como nuestras madres y abuelas. No queremos perder esto.” Las ves de las mujeres revelan el verdadero coste humano de la minería del zirconio. Ellas son las primeras en sufrir el impacto, pero también las primeras en resistir y en construir alternativas.